Fue femicidio.

Agos Baldacci
3 min readApr 18, 2020

Esa noche eran Florentino debiéndo a la muerte una lucha armada.

El espejo cansado de juzgarme, me engañaba y me la asomaba a los ojos,

que ni miles de parpadeos, ni un zarpazo de agua fría me quitaba su mirada fija de la frente.

Cuando cerraba los ojos aparecía igual, no sé cómo, pero entre mis retinas su cara parecía vectorizarse punto por punto. Tenía la jeta seca, mandibuleando la escuché decirme que estaba al borde. Que cuando se está al borde es difícil rebuscar la cordura, que tirara los guantes, que se me venía jodida y el cuerpo no estaba curtido todavía.

Mientras se acostaba a mi lado y no dejaba que me cubriera con las sabanas, entre faso y faso llamé a un compañero de la clase de periodismo para que durmiera en mi cama, me lo chupé gajo a gajo.

Estaba sedienta y la boca la tenía apestosa, casi no dejaba que besara, sentía aún más secos los labios. Pero cuando le quité los zapatos para desde los desde chuparle el cuerpo, resultó tenerla como mi dedo pulgar. Lo saqué corriendo, no de manera violenta pero si siendo asquerosamente explicita.

Resultó ser un sensible de mierda cuando se hechó a hacer escenas del mejor teatro al escuchar que saliera de encima porque era un garrón cogérmelo y fingir disfrutar.

Sensible como la mierda que cerró la puerta de mi departamento a la furia, como buen macho amenazado, en lo más hondo y superficial que tiene y que, pensando en voz alta, en suma es una cagada del ego.

Mientras agazapada entre los azulejos,

detrás de la cortina del baño,

parecía esconderse la muerte.

Ahí mismo, la noche se hacía más insoportable y el aire se acotaba entre cuatro y cuarto.

Yo me sentía desvanecida del miedo, pero poco consciente, como yonki sobre el asfalto.

No me acuerdo bien pero agarré el teléfono y me traje a la cama a las horas siguientes a otro compañero de la facultad, que por aquellas suertes no cursaba conmigo pero nos conocíamos de los pasillos y parecíamos gustarnos lo suficiente como para descansar mi soledad en su pito, mientras vomitaba sangre por dentro de tanta mierda.

Florentino era la muerte. Se me paseaba por al lado como suspirándome a la oreja, yo estaba fumando y jugando con la boca a hacer nubes de humo. Le besé la cola a la muerte y vi como me miraba, de reojo como desafiando.

Fumaba otro poco.

El pibe se había tendido, tapado con las sabanas y echado a espaldas de mi. Casi dormitando.

Yo miraba al techo, encobijada con las fajas de una camisa.Quedé inmóvil, a mi lado la silueta de mujer, ella desnuda y yo con camisa

Su mirada se parecía a la mía y sabia mirarme a los ojos como yo sabía mirarle los suyos. Mujer de mil escupidas entre sus tatuajes, se hecho a cantarme sobre Florentino.

Pensé un minuto y entendí que a la jeta me había mandado una pepa y no un ansiolítico cuando se empolvaban la nariz un par de veces una línea sobre mi orto.

Yo acostaba soledades pero no quería dormirlas.

Juraba no dormirme y poder tener todas las palabras del mundo al día siguiente para escribir lo que me había pasado.

Un tiempo después, casi mucho tiempo después tuve las palabras para nombrar la historia. Parecía estar pasándome por encima la muerte mientras cerraba las persianas de mi casa por días para que el sol no entrara.

Tenía quince días para escribir la mejor de las historias y poder ganar una victoria personal de toda esta mierda acumulada que me ensordecía y me ensuciaba la jeta.

Había empezado el contrapunteo.

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Agos Baldacci

Comunicación social y social media. Acá escribo mis memorias sobre violaciones, femicidios, homicidios, sexo y amor. Quiero hacer de estas memorias un libro.