Corralito /12

Agos Baldacci
4 min readJul 29, 2021

Durante muchos años evadí la pregunta que me hacían mis amigas y familia sobre mi primera vez. Todas tenían siempre historias de mierda para contar, que al pibe le bailaba el forro, que habían cogido entre los yuyos, que el polvo fue corto, entre otras. Yo también tenía una, pero sin dudas era tan triste como incontable. Triste porque ese hecho había marcado mucha violencia en mi cuerpo, e incontable porque el violador era hijo de un funcionario político de mucho nombre en la zona. Las cartas estaban echadas.

A los dieciséis conocí un pibe que estaba enamorado de mí y me prometía viajes, regalos, amor para siempre. Nos conocimos una tarde en la que se le quedó la moto en el único lugar donde me escapaba para fumar porro. Me acerqué y como no podía ayudarlo de ninguna manera, le ofrecí una seca. Nos quedamos conversando sobre los discos de Solari, y pegamos más onda todavía cuando nos dimos cuenta que coincidíamos en numerosas banditas de garaje punk que en ese momento nadie junaba.

Empezamos a salir y al mes nos pusimos de novios. Con él cogí por primera vez. Digo que cogí porque fue una elección asumida entre vinos y ginebras después de una pelea. Desde ese día yo también tenía una historia, también de mierda, pero una historia de mi primera vez para contar.

Fue en un invierno helado típico del poblado y estábamos jugando al truco, íbamos por la cuarta jarra de ginebra con coca, cuando me empecé a quitar algunos pullovers que llevaba puestos. Estábamos en la casa de una amiga, la flaca. Vivía cerca de la ruta y se había hecho tarde para volver caminando a solas. Le pregunté si me podía quedar a dormir y asintió. La flaca llevaba un pedo de hacía días. Venía un poco depresiva porque resulta que el guachito del que estuvo enamorada toda su vida, se había matado en un accidente de motos días antes. La flaca tuvo un ataque de gritos, que al tiempo entendí que se trató de pánico, cuando la encontraron en el funeral con las manos puestas en la pija del pibe que estaba siendo velado a cajón abierto. En ese momento no entendimos nada. Yo pensé que se trataba de otra travesura de la flaca, pero después la madre nos habló de un brote psicótico y todas pudimos interpelarnos con la flaca.

Cuando eran las dos o tres de la mañana, la flaca se fue a dormir a su cuarto.

  • Si te querés quedar, podés dormir en el cuarto de Nicolás, me dijo.

Nicolás era su hermano. La verdad es que me incomodaba mucho dormir en la pieza con un adolescente, pero estaba borracha y no tenía otra movilidad, así que acepté dormir en una cucheta.

La noche se hacía cada vez más fría y con mi exnovio calentamos un vino patero que estacionaba en la mesada. Creímos que robarle el vino era un acto de amor hacia la flaca que venía tomando casi una botella entera por día.

Al rato estábamos calientes con el chabón, yo le estaba buceando la bragueta, bajando el cierre de su pantalón con la boca esperando que se le saliera del bóxer la punta de la pija. Me agarró de la nuca y me apretó fuerte contra su pelvis mientras yo le chupaba la pija. El chabón me hacía ahogar, le encantaba verme asfixiada y con los ojos llenos de lágrimas. Me pedía que vomitara sobre su pija mientras se agarraba los huevos para apoyármelos en la nariz. No me dejaba hablar.

Después de los pijazos en el cachete, me pidió que fuéramos a la cama. Yo no estaba cómoda, pero no conocía del sexo y la única experiencia que había tenido había sido una violación. Creí que era normal. En el porno que consumía los pijazos eran clásicos. Así que dije que sí, que durmiéramos juntos. Me puso de espaldas a él y me penetró suave. En la cama el tipo era más dulce. La penetración me dolía así que creyó que levantándome una pierna me hacía sentir mejor. No hubo éxito, yo no estaba disfrutando y quería realmente que frenara para que se pusiera el forro. Le dije de mi dolor, pero siguió penetrándome igual.

  • Ponete el forro, le dije.
  • No me deja acabar si me lo pongo, me contestó.

Sacó su pija y me acabó en el culo exclamándome al oído:

  • Que rico es cogerte, pendeja. Y se fue.

Mientras vi que se vestía pensaba que el sexo era una derrota, un camino directo a la frustración. La penetración me parecía horrible, tanto como los chabones. Cuando se estaba poniendo el pantalón, pensé y me recité a la mente algunas reflexiones de las que intentaba convencerme. Me dije a mi misma que el sexo no era abandono, el sexo no era dolor, el sexo no era sangre, ni vómito, ni pijazos en la cara. Enfurecida tiré en su cara la campera que estaba buscando y habíamos usado el almohadón.

  • Llevate todo, cagón. ¡Tu pija floja no me calienta!

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Agos Baldacci

Comunicación social y social media. Acá escribo mis memorias sobre violaciones, femicidios, homicidios, sexo y amor. Quiero hacer de estas memorias un libro.