Archivo del desgarro

Agos Baldacci
5 min readMay 17, 2020

“Una de esas noches supe

que nunca sanaremos

que somos ese mapa impreciso

esa cartografía inservible

este o aquel punzar constante.

De todas las contiendas

nuestra sangre es territorio”.

Gastón Malgieri

Tenía quince años. Los había cumplido recientemente. Era la actual capitana de la sexta división de hockey femenino de mi pueblo. Esa noche entre aplausitos y al compás de unos cuartetos emprendimos festejo a Bambú, un bolichito bailable en el que íbamos todos y todas las del pueblo a escabiar vinos y ginebras.

Mi hermano mayor era el entrenador del equipo. Un profesor de educación física que nos había llevado a ganar la copa provincial tres años consecutivos, y esa noche había tomado hasta el hartazgo.

No recuerdo haber estado borracha o si lo estaba, juro que duró lo que dura un pedo en una canasta. Porque al rato estaba siendo violada por un pibe del boliche, al que le junaba la cara.

Yo cantaba covers de Eructa Sativa en una bandita que se habíamos bautizado como Amapola con un par de locos y tocabamos los sábados en un barcito de mala muerte.

Él tenía una banda bien piola, opuesta a todas esas banditas de marketing benévolo que quieren la fama pero no pueden pagar su precio. Supe un par de veces que preguntaba por mí, me pintaba pero me mantenía al margen para no quedar como una “tirada”.

La noche del boliche mi mejor amiga me hace gancho con este chabón. Ella quería estar con el amigo de éste y pensó que sería buena idea rajar de after los cuatro. El pibe no titubeó. Agarró las llaves de su auto, un corsa bordó nuevito para la época, y nos invitó a subir.

Me subí al asiento del acompañante, pues atrás iba mi amiga con el pibe que le gustaba. El camino de tierra desembocaba en una playa, a unos unos 100 metros por la costanera, hasta bajar a una costa de arena. Al estacionar el auto, mi amiga se bajó y arrancó a escabullirse casi al trote.

Yo quedé adentro.

Creo que me había ensordecido la actitud de mi amiga y no atiné a bajar del auto. Cuando intenté estaban trabadas las puertas. No me acuerdo si la de él, pero la mía estaba cerrada.

De repente tenía encima a un chabón que me levantaba la pollera, me mordía los pezones mientras me arrancaba la bombacha y me penetraba. Quise salir. Empecé a gritar tan fuerte cómo podía … tenía sus manos en mis hombros y la fuerza que yo hacía no podía superar la suya.

Me acuerdo que esa noche había salido con una cámara de fotos digital hermosa, una Nikon de color rosa pastel y bordes negros. Esa cámara colgaba de mi muñeca y me sirvió para pegarle en la frente al chabón que me estaba penetrando hacia un rato mientras yo gritaba que no.

El pibe frenó, me bajo la pollera como volviendo todo a su lugar. Entonces atiné inmediatamente a subir las trabas que había puesto sobre la puerta del auto y corrí. Tenía solo un taco puesto, la bombacha descocida en los bordes, y subí la loma de tierra por una loma mientras me secaba las lágrimas para no llegar a un lugar público hecha mierda.

Llegue muy rápido al boliche, desesperada mi única intensión era encontrar a mi hermano y que me llevara a casa. Con un agobio ensordecedor al llegar me dejé caer al césped, que ya el rocío de la madrugada lo había hecho escarcha. No estoy segura, pero no fueron muchos los minutos que pasaron hasta que mi hermano, que siquiera podía mantenerse en pie, me encontró en las afueras del salón. También mi amiga que había oído los gritos y corría atrás mío cuando subía a velocidad infinita la lomada.

Me subieron al auto y los tres emprendimos el viaje.

  • ¡No pasa nada nena, te estamos llevando a casa!

Yo estaba en pánico. Lloraba inconsolablemente, podía apenas respirar bocanadas de aire y registrar algún que otro momento lo que estaba pasando.

Llegamos a casa y en mi cuarto estaban durmiendo mi hermana mayor y mi mamá. Cuando llegué ambas lo supieron, me miraron, nos miramos y me acostaron a la cama.

Caí inconsciente del dolor y a la mañana siguiente desperté con una pastilla, que no conocía pero imaginaba de qué se trataba.

La mañana siguiente fue muy triste, porque tenía que disimular todo el odio que tenía encima y la tristeza con la que estaba pasando el domingo familiar.

Ese mismo día mi violador había iniciado un chat por messenger conmigo pidiendo perdón. Accedí inmediatamente al perdón, me avergonzaba que me escribiera y quería terminar de una vez y para siempre la situación, borrarla, eliminarla de mi vida por completo.

(…)

Enmudecí por días. No hablaba, no comía, no quería ir al colegio para ocultar con total esfuerzo la cara de mierda que llevaba encima.

Supe desde aquel momento que ese acontecimiento había marcado mi vida, para siempre.

Unos meses atrás pasé por ese lugar. Caí después de recorrer turísticamente el pueblo con la negra amiga y decidí pasar por ahí. Lo contemplé una tarde de verano, nos habíamos empapado después de tomar sol hasta instalarnos en las playas de Córdoba.

Cuando llegué conté la historia, que una vez la negra la supo pero, esta vez había escuchado algunas reflexiones que años después pude hacer. Pero que el tiempo, la militancia feminista, las terapias que parecen ser eternas a pesar de mi poca constancia, parecen asentar cimientos de reflexiones que luego llevarían a escribir esto que a continuación dejo sin editar y tal cual las escribí. Pues estos son los renglones de un archivo del desgarro que reconoce que nosotras las pibas, somos obligadas a transitar la vida desde el ultraje y la opresión.

“Y acepté.

Fui violada y violentada contra mi voluntad.

Fui violada.

La cultura del rock me violó,

Un Estado ausente fue el autor material de mi violación

Y una comunidad de características patriarcales me condenó

¡Que llevaba la pollera muy corta! ¡Que estaba borracha en el baile! ¡Que había subido al auto por voluntad propia!.

Por supuesto que todas eran ciertas pero parecían ser elementos justificativos de mi violación.

Años después marcaría esta situación como la causa principal de mi rebeldías y mis recaídas.

Más de un año la remé con un cuerpo nervioso que no podía estar estable porque acarrea una salud del ojete.

Años más tarde haría de esta situación una confesión y reflexión constante, no desde lo individual, ahora desde lo colectivo”.

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Agos Baldacci

Comunicación social y social media. Acá escribo mis memorias sobre violaciones, femicidios, homicidios, sexo y amor. Quiero hacer de estas memorias un libro.